Composición con la cubierta de La Tiranía del Mérito (DEBATE, Penguin Random House)
Composición con la cubierta de La Tiranía del Mérito (DEBATE, Penguin Random House)

A propósito de «La Tiranía del Mérito: ¿Qué ha sido del bien común?»

13 de octubre de 2021

Michael J. Sandel ha escrito 291 páginas para decirte que tienes que ser humilde. Poco más que decir.

La tesis de Sandel se resume fácilmente:

el lenguaje del mérito lleva varias décadas dominando el discurso público sin que apenas se reconozcan sus elementos negativos. Incluso en el contexto de una profundización de la desigualdad tan dramática como la que estamos viviendo, la retórica del ascenso ha seguido sirviendo de base primordial del lenguaje sobre el profeso moral y político empleado por los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha” (p. 196-197)

Michael J. Sandel

Lo más preocupante del libro 1 no es leerlo, sino que alguien se lo tome realmente en serio. También es preocupante que Sandel sea profesor de Harvard, una de las grandes universidades de la Ivy League donde se forman (es así, asumámoslo) algunos de los grandes líderes del futuro. Esta es, quizá, la mayor crítica que podemos hacer del libro: la excesiva indulgencia para con el sistema. Claro que, a fin de cuentas, es el que le da de comer, y es difícil estar en misa y repicando.

Es tan indulgente que las propias recetas que Sandel ofrece para solventar lo que él llama “la tiranía del mérito” habrán provocado sonoras carcajadas, especialmente en los campus de Harvard. El hecho de que critique tanto a republicanos como a demócratas no debe hacernos perder de vista el hecho de que Sandel es uno de los grandes comunitaristas estadounidenses. No debe sorprender por ello que, como buen comunitarista, la varita mágica de Sandel para acabar con todos y cada uno de los males de la sociedad (la neoliberal capitalista o cualquier sociedad no comunitarista), sea… subir impuestos (p. 277-285). Como subir impuestos está muy manido, también propone elegir por sorteo a los estudiantes que quieran estudiar en la Ivy League mediante lo que llama la “lotería de cualificados”. El razonamiento es original, hay que reconocerlo: si hay 30000 estudiantes totalmente cualificados para las apenas 2000 plazas ofertadas… por qué no elegirlos por sorteo (mentes de la Ivy League, atentos). Es difícil no objetar que el hecho de que haya tantos candidatos capacitados, puede deberse a los incentivos que los principios meritocráticos generan, incentivos que llevan a que los candidatos se preparen a conciencia. La introducción de una lotería anularía los incentivos existentes para ofrecer un mejor curriculum y con ello la excelencia de los candidatos disminuiría. Un problema clásico de los comunitaristas: cómo gestionar los incentivos individuales.

El problema, sin embargo, es que el sistema no es realmente meritocrático y que, por mucho que uno se prepare, las cartas están marcadas. Y Sandel se pone de perfil. Tanto, que casi ni se le ve. A lo largo de casi 300 páginas en las que es difícil encontrar una definición clara del bien común, Sandel nos describe un sistema perverso en el que una oligarquía ha sabido coordinar el sistema de acceso a las grandes universidades para que estas sigan siendo un coto casi cerrado. Un sistema en el que las universidades de la Ivy League han sabido jugar bien su posición de dominio en el mercado para ser las principales perceptoras de ayudas públicas (a pesar de ser instituciones privadas) en perjuicio del resto de universidades y de formaciones profesionales, lo que afianza su posición de control. Un sistema que favorece la endogamia (los hijos de harvardianos tienen un 33% de posibilidades de entrar mientras que el resto tiene un 5% -p. 218-) y el networking (sí, ir a clase no es tan importante para ser un triunfador harvardiano). Un sistema que ha sabido pervertir las políticas de incorporación prioritaria de estudiantes que destaquen en deportes para que, en el cómputo global, sean mayoritariamente los hijos de familias blancas y ricas los que accedan. El cómo es fácil. Bastaba con establecer cuotas de acceso para deportes como el squash, lacrosse, vela, remo, golf, waterpolo, esgrima o hípica… deportes todos ellos que se practican en los suburbios de Los Ángeles. Especialmente la hípica. No contentos con eso, además, hacen trampas (Caso William Singer).

El problema de Sandel es que, tras 291 páginas, su única conclusión es que la falta de humildad de la élite es la que ha provocado el ascenso de Trump o el Brexit. Que una masa importante de abandonados por el sistema está dispuesta a asaltar los cielos porque demócratas y republicanos “habían perdido su capacidad para inspirar” (p. 197). El problema de Sandel es que no identifica el problema con el concepto mismo de élite y meritocracia. Que no dedica ni un momento a preguntarse por qué la élite es élite o qué es meritocracia.

El problema de la desafección de la gente es que, quizás, ha dejado de creer que quien llega a las altas esferas de poder lo haga por un mérito real y que el ideal del “sueño americano” no es más que la ilusión de una falsa meritocrática.

Es normal que las élites miren por encima del hombro. A fin de cuentas, cuando hunden el sistema y millones de familias son desahuciadas, siempre salen indemnes. Y eso, no es justo.


1 publicado en castellano por ed. Debate, de Michael J. Sandel, prof. Uni. Harvard y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2018. The Tiranny of Merit: Whats Become of the Common Good? (Penguin Random House).

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